Educación y aprendizaje

Gestión de recursos

Una de las principales preocupaciones que tienen muchos propietarios que contactan conmigo es, cuánto y cómo de complicado es cambiar los malos hábitos del perro. Y sintiéndolo mucho, la respuesta no es sencilla porque la modificación de conducta depende de muchísimos factores.

En esta ocasión voy a explicar la importancia que tiene saber controlar el entorno para modificar y cambiar ciertos comportamientos. Veamos en que consiste la gestión de recursos.

Si quieres comer, primero siéntate

Cuando hablamos de gestión de recursos, hablamos de la capacidad que tenemos los humanos para controlar de manera eficiente el entorno. Gestionar los recursos significa saber que, cuando y cómo proporcionar al perro algo de mucho valor para él. Y esto nos ayuda mucho en la modificación de conducta. Me explico.

La finalidad de la modificación de conducta consiste básicamente en hacer todo lo posible para que el perro en cuestión NO tenga opción a fallar. Es decir, en vez de esperar que pase algo malo y tener que regañarle después, intentamos es ‘forzar’ de alguna manera a que tome buenas decisiones.

Para conseguir esto, nos ayudamos de elementos del entorno y de cosas de mucha importancia para el perro, como comida, juguetes, eventos… A todo esto le llamamos recursos, y cuando aprendemos a gestionarlos de la manera correcta nos convertimos en líderes eficientes sin tener que usar la fuerza ni los castigos.

Pero antes de hablar de la gestión de recursos, y a pesar de los desvirtuada que está la palabra, primero me parece interesante hablar del liderazgo.

Aprendiendo a ser un buen líder

El término líder, no tiene absolutamente nada que ver con la dominancia. Y la razón por la que intento no usarla es debido a su mal uso.

El significado REAL de la palabra, tiene que ver con la capacidad que tiene un ser a la hora de incentivar, motivar y ejercer influencia en el comportamiento de otro, sea animal o persona. Un buen líder por lo tanto implica más una cualidad mental que otra ninguna otra cosa. En nuestro caso concreto, es aquella persona que marca unos límites SIN intimidación ninguna.

 Pero esto no es algo nuevo que hayamos inventado los humanos. En la naturaleza, los animales que viven en grupo, tienen siempre un buen líder que sabe gestionar los recursos. Saben dónde hay que ir a buscar comida, bebida, cobijo, lidian ante circunstancias difíciles y saben calmar situaciones tensas a través de la comunicación, entre otras muchas cosas.

En resumen, todo esto significa que si quieres aprender a influenciar el comportamiento de tu perro, tienes que asegurarte de que eres tú quien tiene el control de cada situación. Pero, ¡no te preocupes! Esto no significa, ni se trata, de recortar su libertad a la hora de hacer cosas. Inversamente a lo que podría parecer, la mayoría de perros son más felices cuando saben que tienen un humano responsable que se encarga de tomar las decisiones difíciles y les guían en la buena dirección de manera benévola.

Reforzando de manera eficiente

A través de la gestión de recursos, NO se enseña al perro nada. Simplemente se previene el  equivocarse y por tanto, de comportarse de una manera no deseada. Por ejemplo, si cada vez que vamos a salir, en el momento que toco la puerta, el perro se pone a saltar como un loco, pues no toco la puerta. Al menos no hasta que haga otra cosa.

Pero aquí viene lo bueno. Si esperas lo suficiente, tarde o temprano el perro hará otra cosa. A esto le llamamos conducta alternativa, y si eres hábil y rápido y refuerzas ESE comportamiento, entonces si, estarás enseñando de manera eficiente (como un buen lider benévolo) al perro.

Aquí es cuando ocurre el aprendizaje: proporcionando algo que le gusta mucho al perro en el momento (timing) adecuado. En el ejemplo anterior, si esperamos lo suficiente, probablemente el perro acabará mirando hacia otro lado, sentándose o incluso, olisqueando el suelo. ¡ESE es el momento de abrir la puerta! 

Por ejemplo, una buena gestión de conductas higiénicas, consiste en prevenir que no haya fugas dentro de casa, introduciendo un trasportín o estableciendo una zona segura de pipis. Al mismo tiempo, hay que pasear al pequeño de manera regular, en intervalos de tiempo más cortos, y reforzarle de manera adecuada la eliminación en la calle (aunque, aprovecho para decir que la acción de hacer pipi, ya es un comportamiento autoreforzante). Cuantos menos accidentes, menos se reforzará el mal comportamiento y por tanto, mas probabilidades de no equivocarse la siguiente vez.

Si que es cierto que en muchos casos, es necesario trabajar algo de obediencia para enseñar al perro alguna conducta alternativa a sus malos modales. Pero, en otras ocasiones, gestionando el entorno de manera eficaz, encontramos soluciones sencillas que funcionan a largo plazo. Aunque realmente lo ideal es una combinación de ambas cosas.

Los tres factores clave

Tres factores imprescindibles para una correcta gestión del entorno son:

  • Mantener seguros tanto a perros como a humanos y otros animales. Algunos ejemplos de seguridad incluyen puertas, vallas infantiles, correas, arneses, bozales, jaulas, trasportines….
  • Satisfacer las necesidades del perro mediante el uso de enriquecimiento. Incluye paseos de exploración, juegos dispensadores de comida o tipo puzles, juegos de búsqueda y olfato, entrenamiento de obediencia y/o habilidades. Piensa que el enriquecimiento trata de buscar y saber cuales son las necesidades de TU perro, y proporcionarle lo que guste y le pueda mantener entretenido.
  • Prevenir el refuerzo de conductas “indeseadas” y reforzar las deseadas. En éste punto recuerda ser inteligente, en vez de esperar a que las cosas malas ocurran (cuando se trata de tomar decisiones, ¡siempre eligen la peor!), piensa que cosas le gustan a tu perro y ten a mano esos valiosos recursos para ofrecérselos cuando lo  haga bien.

 

En resumidas cuentas, ¡los perros no pueden hacer comportamientos que no saben que existen! Por eso, controlar su mundo desde fuera, puede ayudarles a aumentar las posibilidades de comportarse de la manera correcta (o al menos, ¡de la que nos gusta a los humanos!).

Recuerda: cuanto más fácil se lo pongas a tu perro, menos opciones tendrá de equivocarse y, por lo tanto, más probabilidades de que se comporte correctamente.

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